Shirley by Charlotte Brontë

Shirley by Charlotte Brontë

autor:Charlotte Brontë
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico
publicado: 1849-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO XIX

UNA NOCHE DE VERANO

Había anochecido. El cielo despejado favorecía el resplandor de las estrellas.

—Habrá luz suficiente para ver el camino de vuelta a casa —dijo la señorita Keeldar cuando se despedía de Caroline en la puerta del jardín de la rectoría.

—No debes ir sola, Shirley. Te acompañará Fanny.

—No, no. ¿Qué miedo he de tener en mi propia parroquia? Daría un paseo desde Fieldhead hasta la iglesia cualquier noche amena de pleno verano, tres horas más tarde de lo que es ahora, por el mero placer de ver las estrellas y la posibilidad de encontrar un hada.

—Pero espera hasta que se haya marchado toda esta multitud.

—De acuerdo. Ahora pasa el grupo de las cinco señoritas Armitage. Por ahí vienen el faetón de la señora Sykes, el coche cerrado del señor Wynne, el carro de la señora Birtwhistle; no deseo aguantar la ceremonia de despedirme de todos ellos, así que nos meteremos en el jardín y nos esconderemos entre los codesos durante un rato.

Los rectores, sus coadjutores y mayordomos habían salido al pórtico de la iglesia. Fue mucha la cháchara, los apretones de manos, el felicitarse mutuamente por los sermones respectivos, y el recomendarse tener cuidado con el relente de la noche, etcétera. La muchedumbre se dispersó paulatinamente; los carruajes se alejaron. La señorita Keeldar emergía de su refugio floral justamente cuando el señor Helstone entraba en el jardín e iba a su encuentro.

—¡Oh! ¡A usted la buscaba! —dijo—. Temía que se hubiera ido ya. ¡Caroline, ven!

Caroline se acercó, esperando, igual que Shirley, que la reprendiera por no haberse dejado ver en la iglesia. Sin embargo, el rector tenía otros asuntos en la cabeza.

—Esta noche no dormiré en casa —dijo—. Acabo de encontrarme con un viejo amigo y le he prometido acompañarle. Seguramente regresaré hacia el mediodía de mañana. Thomas, el sacristán, está ocupado, y no puede venir a dormir a casa como es su costumbre cuando yo me ausento por la noche. Ahora bien…

—Ahora bien —le interrumpió Shirley—, ¿me necesita como caballero, el primer caballero de Briarfield, en definitiva, para ocupar su puesto como señor de la rectoría y guardián de su sobrina y de sus criadas mientras esté usted fuera?

—Exactamente, capitán; he pensado que el puesto le satisfaría. ¿Honraría usted a Caroline hasta el punto de ser su invitada por una noche? ¿Se quedará aquí en lugar de volver a Fieldhead?

—¿Y qué hará la señora Pryor? Me está esperando en casa.

—Yo le enviaré recado. Vamos, quédese. Se hace tarde; la noche es húmeda. No me cabe duda de que Caroline y usted disfrutarán de la mutua compañía.

—Entonces prometo quedarme con ella —respondió Shirley—. Como bien dice, disfrutaremos de la mutua compañía: esta noche no nos separaremos. Vaya, vaya a reunirse con su viejo amigo y no tema por nosotras.

—Si por casualidad se produjera algún incidente durante la noche, capitán, si oyera un pestillo que se abre, un cristal que se rompe, un fuerte ruido de pasos en la casa (y no temo decirle a usted, que esconde un corazón



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